Uno de los mayores propósitos que tenemos los seres humanos es alcanzar las metas o los sueños que nos proponemos; que son el motivador más grande que tenemos para levantarnos cada día y enfrentar las adversidades o los retos que nos encontramos en el camino. Construir un hogar, adquirir algunos bienes materiales, estudiar, desarrollar un emprendimiento, ser un ejecutivo en una organización, entregar bienestar a la familia, dejar un legado; pueden ser parte de la larga lista de objetivos a alcanzar.
Rara vez nos preguntamos ¿qué pasaría si por algún motivo ajeno a nuestra voluntad, algunos de estos sueños alcanzados desaparecen como por arte de magia? Esta pregunta nos lleva a la siguiente reflexión: ¿deberíamos considerar en la definición de nuestros sueños, no solo cómo alcanzarlos, sino cómo podemos hacer para que estos perduren en el tiempo?
La respuesta es ¡sí! Estamos en un mundo rodeados de riesgos, donde los actos de la naturaleza, de los seres humanos y nuestras propias acciones, pueden afectar la consolidación de nuestros sueños. Por eso es muy triste ver cómo objetivos ya alcanzados se diluyen en nuestras manos por falta de previsión.
Debemos reflexionar sobre la importancia de contar con un mapa de riesgo en nuestra vida, que nos permita poner sobre la mesa los riesgos que estamos asumiendo y si realmente somos conscientes de la magnitud que puede alcanzar la materialización de alguno de ellos. Este es el primer paso de cara a buscar herramientas o mecanismos que debamos incorporar para minimizar la exposición al riesgo.
Frente a la decisión de adquirir un seguro, lo único que podemos opinar es que es mejor tener un seguro y no usarlo, que no tenerlo y necesitarlo. Las compañías de seguros han entendido esta necesidad y han sumado tangibilizadores a los productos de seguros, que permiten al usuario obtener algunos beneficios que le generen valor.