El tema más urgente es lidiar con la pandemia, porque hasta ahora la estrategia que se ha seguido no ha funcionado, el número de casos y de muertos está por arriba de lo que se pudo haber logrado de haber tenido una estrategia diferente, como muchos otros países lo hicieron —países con niveles de desarrollo muy similares al nuestro han sabido manejar la pandemia.
Todavía es tiempo, como lo proponemos en el libro [Salud: focos rojos. Retroceso en los tiempos de la pandemia] de buscar un nuevo rumbo para lidiar con la pandemia a corto plazo, pero una vez que esta se supere, quedan problemas estructurales de fondo. Algunos de ellos venían desde antes y la nueva administración tuvo la oportunidad de emprender una reforma que los resolviera, sin embargo optó por agravarlos al aprobar una reforma que, en vez de arreglar o corregir las debilidades que el sistema de salud tenía y tiene, y de preservar los aspectos positivos, se dedicó a descartar todo lo que había antes y a destruir no solo lo malo, sino también lo bueno. En ese proceso se debilitó al sistema de salud.
Me parece que, en el mediano plazo, conforme se va resolviendo el tema de la pandemia, lo siguiente será reflexionar —sugeriría cancelar o anular— sobre la reforma que se hizo al sistema general de salud, que creó el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) sin un diagnóstico preciso, sobre bases muy débiles, sin reglas de operación, que se lanzó con una enorme confusión… Y justo estábamos en medio de eso cuando llegó la pandemia: mientras lidiamos con ella, recomiendo, como alguien que lleva más de 30 años estudiando los sistemas de salud, que se haga una reflexión más profunda. Cuando el presidente López Obrador dijo que quería construir un sistema de salud como el de los países escandinavos, ese es el modelo correcto, pero lo que se legisló no es eso, es lo contrario: es un modelo de un monopolio público centralizado que no le va a funcionar a México. Regresa al sistema de salud a los años 70 del siglo pasado.